Infección Urinaria
Para una mujer una infección urinaria es una verdadera tragedia: el dolor, ardor y la premura con la que necesita orinar se convierten en un calvario angustioso.
La creencia es que, una vez que se contrae, la enfermedad se volverá crónica. “Eso no es cierto. La única forma que siga repitiéndose es que la paciente no cambie aquel hábito que la generó”.
En el sexo femenino estos cuadros son más habituales debido a la cercanía que existe entre la vagina y el ano. “Las infecciones ascendentes vienen del intestino, del recto y colonizan los genitales externos. De ahí llegan al tracto urinario y, como la orina está tibia, la vejiga se convierte en una incubadora para que los microbios crezcan, se multipliquen y se adhieran a las paredes”.
Existen dos clases de infecciones urinarias:
Cistitis: afecta la zona del abdomen bajo y la pelvis. Aumenta la frecuencia y urgencia de ir al baño. Provoca dolor y, a veces, sangramiento, pujo y tenesmo vesical, es decir, orinar a gotitas y con dolor. En ocasiones, puede haber pérdida involuntaria de orina.
Pielonefritis: cuadro lumbar que puede comprometer a uno o ambos riñones. Afecta el estado general con fiebre, decaimiento y dolor. “Es como una gripe, pero con el foco sintomático ubicado en el riñón”.
Si bien la pielonefritis es más compleja que la cistitis -algunos casos requieren hospitalización-, no siempre será una complicación de esta última. “A veces los gérmenes la provocan al subir directamente, porque tienen la capacidad de ascender por la orina y adherirse a las paredes del uréter”, aclara el especialista.
Con el paso de los años, aumentan las posibilidades de contraer una enfermedad urinaria. Esto ocurre, por ejemplo, al activarse la vida sexual o con el embarazo.
La progesterona de la gestación disminuye la peristalsis (contracción de la musculatura) de los uréteres y enlentece el vaciado de la vejiga, favoreciendo las infecciones. Esto incrementa el riesgo de parto prematuro por lo que los exámenes preventivos de control son esenciales.
En la postmenopausia la pérdida de hormonas es la responsable. “Los estrógenos son el protector local de la vagina y de la uretra, ya que mantienen el PH ácido. Cuando se pierde esta hormona, el PH sube lo que permite que las bacterias proliferen y se multipliquen”. Por eso, aparte de antibióticos, en algunos casos se recetan estrógenos locales.La ausencia de menstruación también influye, ya que durante el periodo el PH cambia reduciendo la presencia de microbios.
Evitar una infección urinaria requiere de cosas simples. Entre ellas, beber mucha agua. A través de la orina se eliminan las bacterias, impidiendo que asciendan y se reproduzcan. Además, la ingesta de al menos dos litros de agua al día, reduce la constipación, lo que disminuye los gérmenes en las deposiciones y, por lo tanto, el riesgo de infección urinaria.
Otro consejo es no reprimir las ganas de orinar. Muchas veces, por educación de los padres o costumbres culturales, las mujeres no van al baño cuando están en lugares públicos. Toman poco líquido y se aguantan, incluso hasta llegar a casa, por miedo a contagiarse algo. Según el doctor Dell Oro, la retención es el problema.
Si entendemos que la infección viene del propio ano, que está cerca de los genitales, no es el baño ajeno el verdadero factor de riesgo. Al orinar menos, no se está ocupando el principal mecanismo preventivo para expulsar los gérmenes.
¿Cómo combatirlas?
Si es una cistitis se administrarán antibióticos. “Es importante seguir el tratamiento hasta el final. Los síntomas desaparecen a los tres días desde que se toma el medicamento y, bajo ese análisis, algunas mujeres creen que se mejoraron. Sin embargo, los microbios siguen ahí y la infección va a rebotar”.En el caso de la pielonefritis, la terapia dependerá del nivel de decaimiento de la enferma. Si no es mucho, se puede tratar con antibióticos orales de 10 a 14 días, más reposo en casa. Pero si el compromiso es mayor -de un cinco a 10 por ciento de los casos- se requiere de antibióticos endovenosos y hospitalización.